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Cuando me hablo bien, me siento y actúo cada vez mejor

La primera comunicación que toda persona tiene es consigo misma. Ese diálogo interior debe contener mucho amor y comprensión para que la expresión hacia dentro sea tan positiva como la de afuera. También para que los efectos de la misma traigan mayores estados de alegría, apertura, unión, amistad, confianza, seguridad y muchos más aspectos benéficos en la relación con el mundo que nos rodea.

Cuando vivimos la experiencia de hablar con alguien y encontramos que nuestro mensaje no ha sido recibido debidamente o ha sido interpretado de una manera diferente a la idea emitida, entramos a vivir un sin sabor y una fase de frustración que de no ser solucionada puede ocasionarnos varias fracturas en la comunicación. Estos desajustes con el tiempo, podemos convertirlos en un mal hábito y terminamos señalando o juzgando a los demás por nuestros altibajos e incertidumbres.

¡Cuán importante es la forma en que nos comunicamos! Lo que decimos determina aquello en lo que pensamos, la forma en que organizamos los pensamientos e ideas y con ellos se va estructurando el mundo interior y parte de lo que nos representa.

“La frase que cita: “No es lo que decimos sino cómo lo decimos lo que marca la diferencia” es un ejemplo que resalta la manera que alguien tiene de hablar y de decir las cosas. Cuando empleamos mal algunos de los elementos que compone una comunicación efectiva, recibimos rechazo por parte de nuestro interlocutor, una respuesta negativa o en su defecto un dardo que nos ocasiona heridas.

Con esto encontramos que el lenguaje ha venido dando un vuelco gigantesco, ya que antes se hablaba de hablar y escuchar. Hoy se habla de comunicación asertiva, un lenguaje que es acción, mundos interpretativos y mucho más. Se comprueba por ejemplo, el efecto en el cuerpo cuando nos hablamos mal y de la misma forma, el efecto de las expresiones cuando le hablamos bien o mal a los demás. Encontramos grandes desastres o trasformaciones con el uso del lenguaje.

Tenemos buenos y malos hábitos en la comunicación que empleamos. La buena noticia es que podemos cambiar en cualquier momento de la vida nuestra manera de decir las cosas, creando nuevos hábitos a la hora de hablar. Y como todo proceso en la vida, nada se logra de la noche a la mañana. Sólo con la práctica y manteniendo una acción constante y permanente, llegamos a experimentar al cabo de muy poco tiempo, los cambios en los resultados cuando damos vía libre a los hábitos saludables y positivos en nuestra comunicación.

Según los estudios realizados por los expertos en el tema, podemos intervenir en el lenguaje y desde allí en línea directa estaremos influyendo en los pensamientos e ideas, al igual que en las emociones y las acciones. Finalmente, podemos pasar de un buen hábito a otro buen hábito y a otro y a otro hasta tener un cultivo sano y positivo de una estructura que alimenta el mundo interior del individuo, y que se verá compensada y estimulada por las utilidades que vaya obteniendo de ello.

Vale la pena intentarlo. Si hablamos bien, podemos mantener la práctica para continuar con el buen hábito o mejorarlo. Si por el contrario, no nos hablamos bien, podemos regalarnos la oportunidad de crear ajustes desde la consciencia, la motivación y la convicción para mejorar; donde nos sintamos verdaderos merecedores del bienestar y con esto también le estaremos enseñando a la mente una nueva ruta de acceso donde pueda transitar con confianza y seguridad.

Sólo es cuestión de práctica. Así como entrenamos el cuerpo podemos entrenar la mente para que además de trabajar y comprender el conocimiento, apoye nuestro mundo emocional creando entonces un equipo que se sintonice con el crecimiento personal y con esa fuente inagotable de recursos que todos poseemos. Sólo desde el equilibrio y la serenidad podemos ver más allá de lo evidente, tener activa la creatividad, el equilibrio emocional y expandido nuestro potencial fuera de los posibles límites que hayamos creado en el pasado con nuestra mente.

Antes de que se diga: “Eso no es posible. Yo soy así y así seré hasta que me muera” permítase darle un voto de confianza a la vida y a usted mismo al crear un hábito positivo que desconozca tener. Desde una práctica que cumpla con el tiempo mínimo que se necesita para la creación de un hábito y con los lineamientos que debe contener el lenguaje de la mente, podrá recibir y recepcionar sus nuevos patrones mentales.

Cuando menos lo piense, se encontrará viviendo los más increíbles y satisfactorios resultados que haya podido imaginar. Nadie tendrá que convencerlo de nada, usted mismo será su propio ejemplo. Lo va a ver, a escuchar y a sentir. Será protagonista de su cambio y su mejora continua. El bienestar se convertirá en un aliado del que no querrá despegarse jamás y del que sólo recibirá más de lo bueno; ese mismo que continuará ayudándolo a ser mejor persona cada día, si usted decide aceptar. Recuerde, si habla bien se siente y actúa cada vez mejor. Tenga presente esta invitación.

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